15/4/09

Partha Dasgupta, An Inquiry into Well-Being and Destitution, Oxford & N.York, Clarendon Press & Oxford U.P., 1993

El Ensayo sobre el bienestar y la pobreza extrema de Partha Dasgupta, Frank Ramsey professor of economics de la Universidad de Cambridge y especialista consagrado en economía del desarrollo, no ha conocido demasiado eco en nuestros medios filosóficos, pese a los cinco años transcurridos desde su edición original (a la que antecedieron un buen número de artículos y escritos que en él cristalizan, como después seguirían otros). Aun cuando ya no sea una novedad en sentido estricto, su importancia bien merece una recensión en este monográfico de Isegoría.

La presente obra de Partha Dasgupta constituye, en efecto, una aportación de notable originalidad a las doctrinas actualmente vigentes sobre el desarrollo económico, respecto a las cuales nos ofrece, muy elaborada, una teoría alternativa sobre el análisis de la distribución de recursos entre unidades domésticas (households). Mas su originalidad no la apreciará sólo el experto en la materia, que acaso haya sido el primer sorprendido con su lectura: la teoría se formula con objeto de evaluar los posibles planes de desarrollo económico aplicables por el Estado en países subdesarrollados y, con ese propósito, la obra se inicia con una discusión, que ocupa toda su primera parte -131 pp.-, sobre los fundamentos éticos que cabe atribuir, en general, a la intervención del Estado en la economía, abordada Dasgupta en clave del contractualismo contemporáneo.

Pero tales criterios de evaluación no se extraen “deductivamente” de las doctrinas de Rawls o sus epígonos, ya que en su discusión desempeñan, a su vez, un papel principal tanto conceptos tomados de la misma economía del desarrollo, como la casuística considerada para su aplicación, todo lo cual viene a modularlas decisivamente. Así, el concepto de necesidades básicas (basic needs), desarrollado por economistas de su especialidad desde mediados de este siglo, le sirve a Dasgupta como eje para establecer su idea de libertad y su formulación contractual: se trata de definir aquellas necesidades (nutritivas, sanitarias, educativas...) cuya satisfacción es imprescindible aun tan solo para poder aspirar a obtener los propios fines, y sería por ello tema central del contrato, pese a su ausencia en tantas otras formulaciones del mismo. Pero tan importante como este concepto de necesidad es el rico y abundante material empírico en el que Dasgupta se apoya para construir su definición, como es la literatura médica, etnológica etc. acerca de la pobreza extrema en países como la India o los del África subsahariana. Sin estos conceptos y evidencias sería, en efecto, imposible una evaluación efectiva de los programas de desarrollo propuestos para estas regiones, y es en estas labores donde, para Dasgupta, ha de ejercitarse la auténtica filosofía moral y política, aun cuando ello suponga la reinterpretación, si no el abandono, de muchos de sus argumentos -el capítulo trece, sobre dilemas morales de natalidad, es a estos respectos ejemplar-.

No menos afectada resulta la propia doctrina actualmente vigente en las cátedras de esta disciplina económica -adecuadamente expuesta en toda la parte segunda del ensayo-, pues nuestro autor se apoya tanto en la argumentación filosófica anterior, como en su misma inadecuación empírica, para mostrar la conveniencia de reconstruirla, si es que se han de obtener de ella mejores criterios sobre la distribución gubernamental de recursos en países como los antes apuntados. Ello le exige volver sobre los mismos fundamentos de la teoría, para integrar en ellos la evaluación de aquellas necesidades que debieran satisfacerse para optimizar el aprovechamiento de dichas políticas de desarrollo. La sombra del marxismo no deja aquí de advertirse, y no solo por el funesto papel que, para el autor, desempeñó el industrialismo soviético en el subdesarrollo de muchos países del hemisferio sur, sino por la divergencia que se aprecia en las mismas fuentes de su análisis: si las pautas de producción y consumo del proletariado fabril eran la norma respecto a la cual debía conducirse la revolución soviética, para Dasgupta son los desposeídos de África y Asia, sus necesidades alimentarias, médicas y educativas, el punto de partida tanto del estudio como de la ulterior acción gubernamental.

Determinar positivamente estas necesidades se convierte, por consiguiente, en motivo central de la obra, tanto como la formulación de una teoría económica alternativa sobre el desarrollo a partir de éstas, y a ello se dedican las dos últimas partes de la obra -tercera y cuarta, 325 pp.-. Y la mayor innovación aquí, dejando aparte la maestría de Dasgupta en la disposición de los cálculos, se encuentra, a nuestro entender, en la modulación del materialismo cultural (la escuela etnológica asociada mayoritariamente al nombre de Marvin Harris) efectuada por el autor con objeto de establecer tales necesidades. Siendo, obviamente, la nutrición una de las más elementales, no es extraño que Dasgupta recurra al análisis calórico como clave para su estudio en dichas regiones, pero es también consciente (y aquí es donde supera la perspectiva etnológica) de que sanidad o educación, -entendidas con arreglo a cánones no por europeos (la escuela, el hospital) menos universales- son igualmente factores decisivos en la consecución del desarrollo económico. La elaboración de índices con arreglo a los cuales conjugar su evaluación ofrece notables dificultades que nuestro autor resuelve con audacia. Y una consecuencia, no menor, creemos, es la superación del relativismo cultural, tan frecuente en este género de análisis.

Dasgupta llega, por fin, a ofrecer, en los dos últimos capítulos de la obra los fundamentos de una política de reforma agrícola como eje del desarrollo económico en países como los anteriormente mencionados, mostrando como, mediante la provisión de infraestructuras adecuadas, la intensificación de la explotación agrícola familiar proveería incluso recursos para financiar el acceso a la tierra, política que se complementaría además con programas alimentarios, médicos y educativos, con notables efectos, entre otros, sobre la natalidad o la vertebración de las distintas comunidades implicadas en su desarrollo. Todo ello apoyado, además, sobre una numerosas experiencias parciales anteriores a modo de indicio de su viabilidad.

El alcance de su obra, a la vista de su conclusión, es en verdad imponente. Como término de comparación y muestra de ello, cabría mencionar la intersección de ética y economía que obtiene Philippe van Parijs con sus ensayos sobre el denominado salario universal garantizado (basic income): partiendo de un concepto de libertad en muchos aspectos análogo al de Dasgupta -libertad real, y no sólo formal, de poder hacer lo que se desea-, van Parijs ensaya una defensa ética (libertaria) de un política de redistribución de recursos en el contexto de los actuales Estados del bienestar europeos, consistente en ofrecer incondicionalmente a cada cual en metálico, y no en forma de servicios, su cuota en el reparto. La formulación de la propuesta (como las misma doctrina económica en la que se inspira, el negative income tax de Friedman) atenta contra la más elemental sindéresis política (originariamente se pedía, la supresión de la seguridad social, apoyándose en un somero estudio sobre curvas de Laffer); su expansión universal, como ha llegado a proponerse, más allá del área donde el Estado del Bienestar efectivamente existe, no puede resultar menos ridícula. La lectura de las propuestas de Dasgupta es, en cambio, un ejemplo de rigor, tanto por la documentación de las propuestas como por la mesura y tino tanto de su formulación como en la elección del dominio en el que se sugiere aplicarlas.

La mayor objeción que se nos ocurre sobre este ensayo, es si acaso Dasgupta no disociará excesivamente la marcha general de la economía de un país del área de intervención del Estado que él propone, como si ambos operasen disociados, y no se diesen en aquélla factores que obran contra la ejecución de planes de desarrollo tales como el que esboza en su obra. Apelar a la cogencia de los argumentos contractuales no quiere decir, al cabo, que estos tengan efecto económico por sí solos.

{Enero 1998}
{Isegoría 18 (1998), pp.242-44}

1 comentario:

  1. Isegoría tiene la costumbre de editar secciones monográficas en los que se encargan artículos y reseñas sobre un tema. Las reseñas le suelen caer a los becarios de los editores y, como se puede apreciar en este caso, ponen de manifiesto principalmente sus carencias (las de los becarios; quizá también las de los editores por el encargo). Aquí se pone de manifiesto que yo sabía algo de materialismo cultural, marxismo y (desde un mes antes) la renta básica. Nada de economía del desarrollo, nada de Amartya Sen, y nada de muchas otras cosas... Supongo que escribirla me sirvió para darme cuenta (aunque no a todo le puse remedio).

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