15/4/09


J. Izquierdo, Las Meninas en el objetivo. Artes escénicas y vida ordinaria en La Obra de Velázquez, Madrid, Lengua de Trapo, 2006, 188 pp.

Un dilema conceptual muy interesante y difícil de resolver es el de cuál sea el género del documental. La dificultad radica en que intuitivamente apreciamos que no es exactamente ficción o arte, pero explicitar la diferencia nos complica exageradamente la definición de cualquiera de estas categorías. Javier Izquierdo nos propone aquí una complicación inversa: pues algo que creíamos canónicamente ficción y arte (Las Meninas velazqueñas) se nos presenta como un documental, y del subgénero «Cómo se hizo» (making of). Y lo que se documenta, según nuestro autor, no es sino una broma palaciega. Apoyándose en la tesis de John Moffitt, para quien el cuadro se habría realizado mediante una cámara oscura, Izquierdo da un paso más y defiende que esa cámara oscura estaba, además, oculta, de modo que la Infanta posase sin apercibirse del artefacto. Las Meninas captaría el momento en el que la Infanta cae en la cuenta de que está siendo retratada, y dejaría constancia documental del desvelamiento del engaño (“¡Te están retratando, tonta!”).

El argumento que Izquierdo nos ofrece para sostener su interpretación es visual: la similitud entre la mirada de reojo que la Infanta Margarita echaría a la cámara oscura y el bizqueo con el que las víctimas de una broma de cámara oculta (aquí Alberto Llanes) descubren el objetivo antes inadvertido. Para persuadirnos (y que lo veamos como él), Izquierdo nos ofrece una colección de ilustraciones que a él le sirvieron para advertir la similitud. Como en un experimento de la Gestalt, el lector se convencerá en el momento en el que también él advierta la semejanza.

Las Meninas en el objetivo constituye, de algún modo, el acompañamiento verbal de esta secuencia de imágenes. En el capítulo 2 nos presenta varias hipótesis sobre la gestación del cuadro. En el tercero se analiza la situación retratada como un posible ejemplo de broma palaciega. El capítulo 4 nos ofrece una colección de experiencias y lecturas del autor que le llevaron a interpretar Las Meninas como ilustración de una broma de cámara (oscura) oculta. En el quinto se nos presenta su propia hipótesis sobre la realización de la broma. Y los dos siguientes una interpretación cultural y sociológica de su significación. Completan la obra varios apéndices con transcripciones de algunas de las bromas aludidas en el texto y notas del trabajo de campo en un estudio televisivo.

No obstante, en opinión de este lector, el aspecto más original de este ensayo está antes en su argumento visual que en su discurso: Javier Izquierdo nos descubre en Alberto Llanes a una sorprendida Infanta velaqueña (y a la inversa). Pero el discurso debe probar algo muy difícil, por muy poco evidente: puesto que se trata de una broma ¿cuál es la gracia de Las Meninas? Su respuesta es doble (pp. 86-87): o bien es una parodia del arte palaciego del espionaje, o bien es una tomadura de pelo nada menos que a toda una princesa. Restituir su comicidad a estas situaciones resulta algo complicado, pues espiar o tomarle el pelo a una niña de pocos años como pretexto para un «posado» tiene poco del ingenio de las bromas quijotescas o de la burla del Gran Marciano, con las que aquí se compara. Es decir, Javier Izquierdo debe explicarnos un chiste de hace más de 300 años reconstruyendo el sentido del humor de la corte borbónica (¿el de Velázquez, Felipe IV, ...?). Pero Las Meninas en el objetivo no llega, creo, a devolvernos su gracia. No obstante, el intento resulta bastante divertido si se compara con la exégesis velazqueña al uso y el lector está dispuesto, por una vez, a no tomarse a Velázquez en serio.

{Agosto 2006}

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