14/4/09

Eric Brian, La mesure de l’Etat. Administrateurs et géomètres au XVIIIe siècle, París, Albin Michel, 1994, 462 pp.

La Historia social de la estadística está en auge desde hace ya más de una década: baste recordar estudios como los de Lorraine Daston o Ted Porter El estudio de Eric Brian (que ahora comentamos tiene también como objeto el siglo XVIII, y al igual que el de Daston, es una obra erudita y atenta al contexto social en el que se despliegan los cálculos: principalmente, el nacimiento de la estadística demográfica, pero también del propio concepto de análisis. Se trata, en efecto, de explicar su aparición a partir de la confluencia entre algunos círculos ilustrados de la Admistración francesa en las décadas inmediatamente anteriores a la Revolución, por una parte, y sus corresponsales en la Academia de las ciencias parisina, por otro. El trabajo de Brian toma como eje de su análisis la vida y la obra del Marqués de Condorcet, discípulo de d’Alembert y continuador de su obra en la Academia -en diálogo, a veces agrio, con Laplace-, atendiendo en particular a su relación con Turgot, Contrôleur général des Finances de Luis XVI entre 1774 y 1776, y depositario de la obra ilustrada realizada por Vincent de Gournay y el abate Terray en favor de la renovación de los censos estatales durante la segunda mitad del siglo.

Se recordarán aquí los trabajos de Gillispie (1980) y Baker (1975), de los que indudablemente parte el de nuestro autor. Pero no se trata, sin embargo, de una nueva biografía de Condorcet: el análisis de las múltiples facetas de su vida tiene, en este caso, un propósito sociológico, y tendría que interpretarse más bien como un refinamiento del análisis de Gillispie. En vez de un esquema dual de intercambio, como el que, según Gillispie, habría regulado las relaciones entre administradores y geómetras (legitimación e institucionalización académica por técnicas de utilidad política), Brian nos propone -inspirado por la sociología de Pierre Bourdieu- descomponerlas en múltiples planos, no necesariamente conexos, pero indispensables, como veremos, para su explicación.

La clave del análisis se encuentra, creemos, en la idea de clasificación, en sus múltiples vertientes. En primer lugar, cabría analizar la acción institucional de los discípulos de d’Alembert a partir de su concepción de la clasificación de las ciencias, que vertebraría a un tiempo su proyecto enciclopedista y la organización de las secciones matemáticas de la Academia parisina. Por otra parte, la idea de clasificación articularía también su concepción del análisis, que, sin embargo, sería poco más que una técnica para d’Alembert, así como del cálculo de probabilidades (recuérdese su definición de probabilidad), pese a su escepticismo respecto a sus posibilidades. Por último, la clasificación sería también el eje de los distintos proyectos demográficos emprendidos por algunos sectores ilustrados de la Administración francesa a lo largo del XVIII, que culminarían, como ya apuntamos, con la incorporación de Turgot al gobierno.

El reto que enfrenta Brian consiste en explicar la confluencia de estos programas intelectuales, institucionales y políticos a partir de sus distintas cauces, sin reducir unos a otros. Como eje de este análisis aparece entonces Condorcet. Las ideas recibidas en su formación con los jesuitas se conjugarían primero con las de d’Alembert, su maestro en matemáticas e introductor en los salones ilustrados de París y en la Academia, y después con la influencia recibida en aquéllos de Turgot, y en particular su concepción filosófica sobre la unidad de las ciencias y su extensión a los dominios de la moral y la política.

La primera de las cuatro partes de la obra (que consta, en total, de 13 capítulos) tiene así por objeto el análisis de la formación del proyecto intelectual de Condorcet a partir de estas tres fuentes. Por una parte (I.1), se estudiaría su concepción del análisis, la combinatoria de las ideas más generales, en la que fundiría el magisterio d’alembertiano con su propia inquietud teológica. Esta concepción se ilustraría después en su propia práctica matemática (I.2), donde la solución de integrales o ecuaciones se efectuaría dependiendo de la clasificación de las distintas alternativas que apareciesen en su desarrollo. Del mismo modo, Condorcet procedería a la reelaboración de la división de las ciencias propuesta por d’Alembert (I.4), considerando la inclusión de moral y política según la inspiración de Turgot. La concepción filosófica que recibiría de éste se manifestaría, a su vez, en oposición al otro gran discípulo de d’Alembert, Laplace, que plantearía en la Academia una visión estrictamente técnica del Análisis, incluído el cálculo de probabilidades (I.5).

Correlativamente, en la segunda parte del libro Brian trata el contexto en el que se desplegará la obra de Condorcet. Así, en primer lugar, se apuntan las distintos estudios sobre la población francesa emprendidos en el entorno del Estado francés desde finales del XVII (II.1). En segundo lugar, se analiza la constitución de la Academia de las ciencias parisina como corporación científica, y su proyección pública en ese mismo periodo, que culminaría con el acceso de Condorcet a la Secretaría perpetua en 1776 (II.2). En ese mismo año cesa en su cargo su mentor Turgot, cuyo modelo de gobierno se analiza someramente en II.3

El propósito de Brian no es, sin embargo, analizar la influencia de la ciencia sobre la política, que se apunta escasa, sino los efectos que sobre la ciencia produjo la inspiración política del proyecto intelectual de Condorcet, a través de su acción en la Academia de las ciencias. Este es el objeto de la parte central de la obra, la tercera. Allí se analiza cómo desarrolló Condorcet su propia clasificación de las ciencias, parte central de su programa académico (III.1), y cómo introdujo el Análisis y el cálculo de probabilidades en sus trabajos científicos, difundiendo (contra Laplace) su concepción (III.2). Finalmente, se estudia cómo se introdujo la demografía, en forma de Aritmética política, en la Academia, tras lo cual ésta comenzaría a desempeñar funciones de asesoría política que no interrumpiría la Revolución (III.3). A esto se dedican los dos capítulos de la parte IV, donde se comentan, en particular, los efectos que ésta produjo sobre la concepción de la probabilidad profesada por Condorcet.

Obviamente, un libro de estas características recibirá siempre objeciones de quienes esperasen un mayor desarrollo de un aspecto u otro del análisis, no siempre injustas, por otra parte. Un aspecto aparentemente descuidado es el de los fundamentos intelectuales en los que se cimenta la afinidad de Turgot y Condorcet, en apariencia teológicos, pues bien podrían iluminar desde otro ángulo el desarrollo de la Ilustración. Sin embargo, desde el punto de vista que asume el autor, creemos que poco más se le podría reprochar. Las ideas de Bourdieu informan aquí una sociología de la ciencia nada relativista, aunque por ahora escasamente cultivada. Aun sin compartir los propósitos del autor, el lector puede aceptar buena parte de sus argumentos por la erudición con que se cimentan. El historiador de las estadística podrá contrastar con provecho sus modelos, evitando la ingenuidad metodológica en que a veces incurre Daston, o la disolución casuística de los propios argumentos de Porter. Sólo queda esperar nuevos desarrollos de la obra de Brian que animen el debate en todos estos frentes.

{Marzo 2000}
{Asclepio 53 (2001), pp. 287-289.}

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